domingo, 12 de junio de 2011

LA BELLEZA DE LA VIDA

Las velas,


Candorosamente encendidas,

Hicieron correr la lava de expectativas,

Ante la presencia del volcán de tu figura.

Las velas no saben

De que trata la larga soledad,

Las interminables noches de angustias,

Los desvelos que me mantienen insomne,

Dentro de la parquedad de otro de mis sueños.

Por eso son estas velas,

Objetos luminosos al encenderlos,

Ridículos objetos cuando se hallan apagados,

Mas son ellas las que en su mutismo,

Me observaron atentamente

Navegar constantemente en mi delirio.

Quizás fueron sus luces y ardores,

Tal vez fueron sus aromas y colores,

Los que delinearon mis alucinaciones,

Cuando montando en corceles de carrusel,

Creí que ya nada me quedaba en la vida

Más que la amarga y definitiva resignación

De transitar mí camino en el yermo desierto

Sin haber abierto las alas a la noble inspiración.

Ahora que se

Donde están los vectores de tu amor,

Donde el segmento en que tus brazos

Me aguardan a pura inocencia,

Con el máximo de gotas verdes alunadas,

En la planicie de tus labios arropados

De variopinta cantidad de ósculos,

Donde las tangenciales curvas de tus pestañas

Languidecen por un futuro en certidumbre,

Ahora me dirijo andante por el flujo

De arroyos y rías sin tiempo como es costumbre.

Ahora las velas se consumen

Quedando casi el cabo de la parafina,

De mi silencio nacen signos y símbolos,

Nacen las más agudas palabras,

Sobre el incendio plata de mi vereda,

En la chamuscada zona que rebota en el espejo,

Preparo los pinceles de mi lenguaje,

Para pintar a puro óleo

Las turgencias de tus capillas

Esas Sixtinas sin vatican

Y sobre sus techos veo las imágenes,

De dos amantes que disfrutan ser angelicales.

Tanto fuego

Tanto ardor

Tanta espera en un trecho de la vida

Tanta búsqueda sin brújula precisa

Son velámenes de barcazas de alta mar

Hundidas en las márgenes perdidas

Tanto y las velas ya no están

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