lunes, 10 de noviembre de 2014

NADA HACE DAÑO


Ya no queda nada
ni una palabra por partir
esta calle ayer inundada de ojos
hoy padece la soledad del cristal
las veredas juegan al silencio
en una inmensa noche de final de siglo,
nada
partículas infinitas de nimiedades
que se evaporan tras el paso de un gorrión herido
la sangre que consumió mis venas
anda escondida en la terminal del viento
un todo resquebrajado
se diluye como heridas en el aire
me pregunto
tanta espera para morir tan tarde
donde han sepultado la ansiedad primera
que fue de las sombras que perecieron sin cuerpos
de los umbrales nunca atravesados
de eso ojos ciegos que despertaron con tu primavera
nada es imposible
algo debe haber servido
algo debe haberse ocultado
sino para que la búsqueda de esa bruma
que dio a luz a las formas de una hembra
despertando los sentidos adormecidos
afilando el látigo de un instante eterno
hasta florecer en amaneceres de cosecha y siembra.
Me resisto a pensar
que esas horas de loca suficiencia
en que la tierra se encendió en tu hoguera
cuando los mares de tu piel desnuda
cubrieron la superficie de mi país herido
impregnándolo de la avidez de tus orquídeas
todo eso duro lo que un simple interrogante
ahora que recojo trozos de tus recuerdos
o de los míos que bañan el suelo de mi arena
puedo creer que el tiempo es un vacío extraño
una abstracción que cubre mi imaginario
una insignificante broma del destino
para que los amores agrietados no sufran tanto daño.
Roberto Brindisi


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