Deber de
contar
De sentir
Ya no
existe el sol
No se
nombra la existencia
Hay fuego
cayendo en silencio
Una infancia
que se queda en lo inconsciente
La lastimadura
de las plantas
Unos labios
que relamen sequedad
Dicen que
han conocido las heridas
Una tarde en
un bodegón de buenos aires
Quizás sea
por esa silueta
Disuelta en
el mar de suspiros
Cuando aún había
luz
Y la
oscuridad más necia
Era otro
tiempo
Mas nuestro
Menos mutilado
Andábamos lento,
sin ansiedades
Las noches
despobladas de pesadillas
En alguna
esquina unas monedas resonaban
Un escalofrío
recorría mi ventana
Hubo quizás
una vez un asonancia
Un conjunto
de vocales
Alguien que
estiro unos versos
Los volcó sobre
lo blanco de la nada
Y amanecieron
siendo hijos
De aquella
madrugada voluptuosa
Cuando retumbaron
sobre el espejo
Los jadeos
de dos palabras nuevas
Decían quererse
Mas es
sabida la mentira
Decían no
recordar
Lo novedoso
de entrelazarse en otro cuerpo
Ella se desvistió
de antojos
Jugo enloquecida
en ese infierno
Juro durante
el recorrido en su cuerpo
No pertenecer
a nadie
Solo al
impulso de regresar como carne viva
Como piel
frotada intensamente
Como arroyos
manando abundantes
En el
circulo astillado de ese sexo
Volver cada
atardecer que el la iluminara.
Roberto
Brindisi
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