Irrumpiste
con la razón
de tus besos ardientes
incendiando mis fronteras,
combates de superficies ariscas
con la lengua como arma aguzada
allí naufragó la palabra oculta
ahi los pájaros no hicieron nido
solo las inquietas manos
montaron una dermis esquiva
fragmentaron la redondez de mi silencio
sobre tu cuerpo mudo
deposite la liviandad de mis misterios
la rigidez de mis vigilias
abrí la suave premura del rocío
de una catarata de pesadillas olvidadas
afuera la noche observa proscrita
no tiene estrellas con puntas afiladas
como los pico de tus pezones sueltos
alegremente mi boca desfila por los mismos
misterio infantil de anocheceres duros
navegan las falange por arroyos nuevos
por desiertos extendidos como piel
mis poesías no tuvieron nombres
agostaste el conjunto de los adjetivos
no quedaron vocablos para designar el tiempo
vaciaste la cantera de los sustantivos
como una babel de bodegones ebrios
quise llamarte, nominarte y solo te toque
roce con mi pincel brioso
cada poro de tu dorso encendido
talle unos versos
dentro de las paredes de tu herida expuesta
fue el día que marco la eternidad de mi memoria
la inmensidad del instante consagrado
hizo que en la alborada pronunciara una silaba
la solidez del aleteo de los colibríes
me recordó el olvido de mis vacíos
dos lunas en el espesor de mi espejo
abrio el sendero donde estallaron los deseos
no quiero que se duerma mi almohada
temo que tu mirada se dispare lejos
no ahora que eres presente para mi sed.
Roberto Brindisi
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