Este tiempo
esta condenado a la extinción
oprimido en este espacio
que le rebana los días, los minutos
tornándolos en cadáveres
sin huesos ni sangre ni aliento,
en tanto, otros, muchos, tiempos se estrellan
en una zona opaca de vegetación de hojalata
camposanto de una dimensión incomprendida
por lo cual he decidido prescindir de esta medida
dedicarme a labrar palabras que tengan aroma
como el cuerpo de mujer que se estableció
entre mis esporádicas sabanas de lujuria
y desenterrar algún poema aun no pensado
para sentir que solo soy un ojo en este infierno
una mano que sin todas sus vocales
rasga desplegado en un papel manchado de café
lo que su inconsciente no escribe en la vida,
las letras dicen que soy un beso maldecido
un mar de caricias pérfidas
la sustancia descolorida de una narración incomprensible,
solo ella, que se multiplica en el destino,
sabe de las heridas que componen mi mirada
entiende el juego del placer entre dos desentendidos
ella desafía las leyes cayendo en donde no estoy
porque satisfecho ya me he ido
sentado en los bares de madrugada de Estambul
mientras atraviesa por la Plaza Mayor una victoria a
construir
intento recordar donde deje el olvido,
en que paraje mis dedos sobre unos senos henchidos,
los pájaros verdes de este verano estridente
miran como hago nido furtivo en el fin de tu pelvis,
en el ocaso de una fina espalda,
entrelazo iniciales que me saben a incendio antiguo
desviando mi repaso sobre el borde de un espejo,
en su justo centro sigues moviéndote
capturada tus formas y silueta en cristales
que pretenden que recoja tus orgasmos virginales
en los remolinos de un paisaje cercano, no tan lejos
allí el vacío se devoro mi eternidad
Roberto Brindisi
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