He aprendido
a andar con mis contradicciones a cuesta
con mi intolerancia vacia,
con un dejo de humildad
siento el dolor del primer disparo
de la cuna hueca del abandono
de zurcir mi infancia en orfandad
de llegar a la adultez siendo un niño
creyendo que la luna es un sol tenue
en la oscuridad de tu mirada
no me han crecido alas como a los pájaros
sino espinas gruesas en otras alboradas
en las tabernas solo un vino agrio
y en los prostíbulos minotauros infantiles
he trazado unas líneas en el borde de mi lecho
alguna de ellas la representan
pero en esta penumbra resplandeciente
no llego a entender quién es quien
solo un pesebre de nombres femeninos
un espejo que llora la soledad de mi desidia
añorando las contorciones de unas hembras,
se aterra con mis desérticas sabanas
tiene hambre de gemidos nuevos
y en la impotencia de un sueño críptico
no puedo prometer geometrías ajenas,
confirmo que el universo es una perversidad
hecha de una infinitud de ausencias,
mas este cuarto tan malogrado
tiene el don de la eternidad estéril
será cuestión de abrir pronto los cerrojos
dejar entrar aquellos taconeos ciertos
ver la suave desnudez erguida
que juega a la rayuela con su lujuria
esta noche la luna será velozmente sensual
en la pradera de las dermis encendidas.
Roberto Brindisi
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