El miedo
siempre el miedo de no saber nombrar
lo que no existe,
como un arroyo borrado en el presente
son temporales de desmemoria en este tiempo
rejas en la mujer de labios rotos
de besos suaves escondidos
una pequeña historia de odios que se cierra
quizás este incubando barcos de latas en este rio
sembrando penumbras alucinadas
atrás de ese espejo un antiguo abanico de lagrimas
el reflejo desnudo de mil nombre femeninos
un silencio abismal de consonantes
y aquí unos huesos que brillan en la noche
millones de palabras como piedras preciosas
en la garganta viva de un pájaro petrificado
en este verde tan amado
en este lila palido de inocencia
cae un corazón escapado de los misterios
en tanto te rearmas en otra hembra
en otros pasos de lujuriosas intenciones
taconeos que invaden mi sangre
huelen a plumas de borracheras secas
a carencias de agua desbordada
por los bordes de mi cuarto en soledad
mi reloj de antaño carga el llanto
quiere que se vayan los temores
que esos dos animales incivilizados
incendien el infinito de tus poros
sabe que la edad del sueño anida en tus pezones
ahora tu te abrazas
como la serpiente enloquecida en movimiento
que solo ha de hallarse a si misma
cuando no hay nadie que se interponga
siento que lloras debajo de tu llanto
abriendo el cofre de tus deseos voluptuosos
siendo la mas rica de esta noche
a la que mis lobos internos esperaron tanto.
Roberto Brindisi
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