Miro más lejos de lo que veo
oigo el silencio de un ángel muerto
estiro la línea de este presente
me baña el mar de arena de mi soledad
pienso que primero vendrán los números
a reclamarme este tiempo deconstruido
sacudir mi viejo reloj de hojas mustias
indagar por los espacios cedidos al infinito
y no tendré respuestas
solo balbuceare sobre el caribe de mis sueños
un mar de viejos tiburones vencidos
un repique sordo de campanas en febrero
y no tendré respuestas
más que mirar en el interior de mis espejos
entre esos anocheceres de gritos lujuriosos
laberintos miles de veces replicados
una muerte que adeudo a mi olvido
cuando cae la tarde en este mes sumiso
donde las aves de picos enjaulados
olvidaran su vuelo de verano ciego
y no tendré respuestas
solo el desdibujado recuerdo de unos labios
de unos besos que sabían a tempestad
pero eso son solo turbios pensamientos
habrán llegado alguna vez hasta el puerto de mi cuarto?
el abecedario de mi ignorancia no contesta
puedo quizás responder con algunos pocos versos
inspirados en el aroma de un lagarto verde
en la concuspicencia de noches eternamente largas
en formas de mujer que recorrieron mis poros sudorosos
que me habló en el lenguaje de la pasión según la Magdalena
vi volar las faldas con inusitada intrepidez
instalarse en estas baldosas una desnudez perfecta
unas largas piernas envolventes como muros del incendio
ahogarme deliciosamente
en arroyos de otro mundo
puedo alegar que fui feliz en un brevísimo instante
cabalgando sin mirar el horizonte perdiéndose
solo el espacio extensamente diluido en lo profundo.
Roberto Brindisi
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