Llueves desganadamente
con la parsimonia de tus besos granates
te derramas escuálida
sobre la región húmeda de mis labios
pero llegará el fin de la garua
ya no serás liquido encendido
quedarán mi manos en los bordes
intentando aferrarse a tus astillas doloridas
todo un país se incinera en esta espera
un continente de sombras erráticas
sin las fronteras espartanas de la lujuria
eres gotas que se descuelgan
de un cielo desaparecido en el anochecer
aquí abajo en este cuarto
ha arrasado el incendio de lo olvidado
han cavado trincheras las soledades sollozantes
creen que ese sonido de pasos perdiéndose
no han de retornar en la alborada de una vida
razones no les falta
han visto crujir antiguos laberintos
con la carencia de un minotauro cegado
el vacío avanzo devorando los instantes efímeros
aquellos en que jugabas a ser vestal de mi jardín,
no hemos de rendir cuentas por lo omitido
saben los gorriones de este espacio
la inmensidad de las caricias abiertas
las que tocan las cuerdas más enmohecidas
hasta olvidarnos de los ángeles dormidos
en ese mismo sueño en que nos sumergimos
no existe geometría de la imperfección
ni la gramática de días inmortales
he capturado la vigilia de las entrañas del satán
serán los días venideros los que suenen a utopía
se escurren los arroyos de tu vulva
entre la densidad de mis mareas nuevas
vendrán tus sequedades oxidables
a despintarse en este lecho sin rutina
con los cristales rotos en el centro de la memoria
por donde fluye un poema olvidable
quizás de eso también va la vida.
Roberto Brindisi
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