Esa mujer
abrió los ojos aun perdidos
desplegó sus dedos hasta desgarrar las nubes
con algunas palabras reanimo flores mustias
y los espejos se rindieron a su rebeldía,
las astillas de sus huesos sensuales
buscaron reencontrar el fuego en otro incendio
allí donde no se posan los pájaros de la finitud
espacio vital que entierra el ultimo vacío,
en este ventanal sobresalen labios partidos
vientos huracanados de pasión extrema
las hojas de los arboles caen en su pubis
en tanto arroyuelos briosos sacuden el amanecer,
esa hembra es hija de la lluvia
garua de colores sobre mi superficie encabritada
no son mis sueños ni mis vigilias eternas
las que hacen que comparezca desvestida en esta noche
no es la desnudez de mi soledad infinita
ni las campanas agrias de mis angustias perpetuas
es su voluntad de emerger en este suelo
desplegarse como una loba en celo sobre este cuarto
la que le da sentido a su existencia vibrante
en el desierto de mis poros no hay oasis
solo perlas de su transpiración lujuriosa,
beberán las bestias sagradas mi sangre adormecida
pedirán que crea que los dioses no son mentiras,
fabulaciones de insignificantes embusteros,
las palmas de mis manos solo sienten perturbación
han encontrado los vocablos de una poesía novedosa
esa mujer finalmente es una inmensa parte
majestuosamente arrepentida de olvidar la vida
buscando completarse en la voluptuosidad
de los antojos añejos perdidos en tantos laberintos
hubo que vencer muchas cobardías para este coraje actual
para esta decisión de resignificar las cosas más banales
es en esta alborada fundacional
donde se entrelazan el grito y el llanto
los susurros enmudecidos con las caricias desperdigadas
es que el tiempo ha decido rendirse a ultima hora
nadie se pregunta ya, porque hemos de querernos tanto.
Roberto Brindisi
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