La tarde se rinde
emprende una lenta retirada
arrebató a tu rostro
de las soledades dormidas
de la huella de estaciones viejas
del sonido esclavo de campanadas lúgubres
finalmente se marcha despintando el horizonte
te he visto mirar el vacío con los olvidos a cuesta
alegrarte de los silbidos de objetos indefensos
es que la memoria juega a las escondidas
cuando entre palabras e interjecciones
la convocamos a volar con los pájaros ciegos,
este lecho fue prisionero de mil avernos
supo fatigarlo la piel porosa de tu lujuria
dermis recreada en múltiples nombres diferentes,
afuera llueven los fantasmas de la ciudad
intento ver por la ventana con los ojos baldíos
con una mirada que dejo de ser al doblar los años,
tuve que destruir mi mundo para crear uno nuevo
fue el tiempo en que me convertí en el creador
en el dios de dioses de mi inexplicable existencia
camine senderos cubiertos de eternidad
tropezando con porciones de tiempos subjetivos
esa infinitud de vida escrita en mi poesía oculta
habla de los que nunca dije y siempre insinué
he repudiado al verdugo que postergo mi infancia
he mirado fijamente en el interior de mi espejo
recupere porciones enteras de angustias pervertidas
he leído a Borges en sus ojos muertos como el mar
he soñado con la miseria de mis laberintos cotidianos
solo tus manos me recorren suavemente hasta el principio
unos besos se derrumban en el precipicio de mi boca
siento la humedad del aire oceánico en tus caderas
como un viejo lobo inhabitable reclamo mi porción de pelvis
no cerraremos esta noche nuestras heridas añejas
solo brindaremos en la taberna de mis sabanas ebrias
por las vocales intermitentes de tus gemidos violentos
en tanto esta noche cómplice lentamente se nos aleja.
Roberto Brindisi
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