Hay días
en que me entrego mansamente
al holocausto de una mirada ardiente
invisible en el hueco del tiempo
me sucede deambular por la calle
buscando las sombras de tu nombre
esbozo una sonrisa extraña
que se desliza por los zaguanes de mi barrio
huérfano de la vieja melodía de tus besos
me recuesto en la vidriera de alguna prostituta
me veo caminando ebrio de ayeres
en la misma borrachera que construyo mis mentiras
mis afiebradas fantasías
las locuras sin la sutileza de la literatura
en los mismos márgenes de una vida rota
pero los dioses se apiadaron de mi andar desordenado
me alejaran de ese vértigo rojo
con forma de labios
supe del suplicio del averno en esta tierra
en un espacioso ayer del que no me desdigo
solo cuezo cicatrices infantiles entendiéndolas
marcas de mujeres que acompañaron mis amaneceres
hubo un momento, un instante en el me rendí
vinieron las voces a despejar mi
mente
a darme la opción de empezar a
conocerme
comencé a caminar muy lentamente
me apoye en mil ojos anónimos
en mil lenguas hijas del
sufrimiento
en los oídos de otros semejantes
vi los espejos de mi cuarto
multiplicarse
entender que nunca sería feliz por
el afuera
pude hablar mis poemas más penosos
como enlazar mis esperanzas
novedosas
entendí que como la oruga podía ser
mariposa
que duraría mágicamente solo ese día
pero que podría volver a volar si repetía
la jornada
mientras me internaba hacia mi profundidad
más cruda
allí estaba esperándome para
renacer
ahora no suelo prodigarme en
vanidades
vale que me he reencontrado después
de mi muerte
tuve que enterrar mis creencias
absolutas
mientras llegas en la aurora de mi
lapso, mujer.
Roberto Brindisi
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