No se me olvida
lo difícil de esconder la lagrima
de un llanto ajeno,
sé que es pariente de las mías
aunque hoy luzco una sonrisa
transitando por una ciudad en
llamas
la angustia se resguarda bajo cada
puente,
solo nacen mendrugos en la
mañana
quizás los poetas nos nutrimos de opacidad
pero juro que mi mano empezó a
escribir
versos que tendían hacia las luces
del alba,
la soledad ya tiene entidad propia
no deja de marcarme arrugas en las
sabanas
esconde mis espejos por objetos inútiles,
he perdido nombres en el atardecer
aquellos que evocan a las que se
marcharon
sin retorno ni sendero por donde
hacerlo,
solo el mutismo de otros apelativos
diluidos por el humo de un tiempo
futuro
presiento un taconeo fantasmal en
la distancia,
lo que era el cielo solo un enorme
orificio azul
como un humo sostenido en mi
retina
como una muralla de pájaros que
emigran
aves alejandrinos de pereza
extrema
reconozco que nadie se suicida en
el pasado
hace falta creer solo un poco en
lo reciente
aspirar una bocanada de aire en algún
bodegón
volver a la noche por las calles
de mi barrio
no marchitarse en el pantano de
las horas
después del café o el vino ha de
presentarse
con un contorno que evoca a la
lujuria
o con una ausencia repleta de
promesas
mi infancia no se ahoga por un
instante
está latente con sus lastimaduras
a cuestas
pero siempre hay un soplo animoso
las bibliotecas que albergan las
formas
no descreen del valor de la esencia
por lo tanto imagino una vez mas
que en tu figura de hembra herida
volveré a recoger los colores de tu presencia.
Roberto Brindisi
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