Ahora
agoniza febril la eternidad
no han sido sino unos besos
en torno al humo de mi boca anhelante,
un acento gris plateado en tus mejilla
sensación de regreso perdurable,
afuera un mar de interrogantes
humedecido de antiguos
silencios
una ventana agrietada de soledades
aromas incurables que saben a olvido
los lobos de mi memoria entrecortada
olfatean tus ansias de mujer en celo
solo quedan segundos antes de despertar
allí la amnesia de mi sabiduría
cubre de sombras tus senos erguidos
sobran mis labios cuando te marchas
escasean mis siseos repetidos llamándote,
ver una rama astillada en un bosque de piel
es un milagro de mi vigilia,
una geometría lujuriosa de fragmentos,
subsuelo de un poema inconsciente
palabras inaugurales de amaneceres ígneos
poner abecedario en mis pesadillas de antaño
recrear tus jadeos de amante ebria de deseo
cultora de lujuria informe en este cuarto
cruje el elástico de mi osamenta
despiertan asombrados y dementes mis espejos
se eriza la superficie de mis cristales
intentan acumular las formas del placer
las arrugas de mis sabanas inocentes
hasta que unas mariposas se devoran la noche
amanece y aun suena la música de gemidos
afuera se retiraron los colibríes rojos
quedan las venas de nuestros brazos
el universo debe haberse detenido
o nosotros nos expandimos en la nada
no habrá poema que me asesine
quizás la prisa de saberme
malherido.
Roberto Brindisi
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