Una mirada
que ya no retengo,
que solo es abertura en este cielo
sin el ardor de una pupila,
ha pulverizado sus lagrimas
su asombro matinal,
cae suave convertida
de moho, en garua
en una ciudad extraña y hostil
con las paredes despeinadas
en tanto se oxidan mis dedos
ayer escribieron párrafos de una poesía
hoy amanecieron analfabetos
han perdido el objeto de sus
caricias
el sustantivo de su deseo
empecinado,
la soledad les dicta líneas y
puntos
el vacío hace crecer la inmensidad
de la nada
y tú no estás,
eres solo la sombra de la lujuria
quien se despidió de este cuarto
en mi ausencia
en un atardecer de agobiante
febrero,
he desordenado los laberintos de
antaño
ninguna mitología sanará mis
heridas
ni habrá sangre que corra como
arroyo,
intento recordar el color de tu
pelvis
mientras cuento las monedas de la
miseria
el instante mal pagado de mi
lisonja oral
es media tarde y me disuelvo entre
las sombras
me he convertido en contorno
en silueta errante que busca su
par
en este mundo de brumas y excesos
solo la falta de cordura me
entrega una hembra
completamente incendiada de pasión
dispuesta a romper los limites
formales
a ser un poema voluptuoso en sumisión
desembocando sus arroyos en mis
sabanas
cuelga sus labios en lo profundo
de mi dermis
puedo despertar en el centro de su
canción
pero hoy no se me ocurre…
Roberto Brindisi
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