jueves, 24 de julio de 2008
EL POETA Y LA ROSA
La brisa trae calma
La tormenta no ha pasado
Bendita tempestad de erotismo desatado
Reina el reposo vago
Reflexiona el poeta un instante
Tan efímero, tan fugaz
Que los océanos cabrían en ese lapso
No percibe la génesis del mundo
Tampoco, pensativo, su colapso.
El universo se detuvo
El viento corre detenido
Las aguas liquidas se han secado
El fuego que todo lo consume se ha helado
Todo el movimiento esta pendiente
Si la inspiración rompe al fin el equilibrio
El bardo su poema habrá empezado
Ve volar al roncal de rama en rama
Pasma el jazmín por la finura de su aroma
Le cuenta de la fragancia que se asoma
Cuando su alfa errante hace digno a ese lecho
Vestida en las pieles naturales tan desnuda
Que se siente como fiera lujuriosa al acecho
Cita a Homero sintiéndose el más bravío Hefesto
Dándose cuenta que su luna voluptuosa
No sabe, y el tampoco, que son dos dioses
Que han fenecido y repiten en jadeos la suntuosa
Inmortal, encadenados libres a sus amores
Porque sin saber fueron pétalos vivos de la rosa.
La espera,
Sabe que vino, viene y vendrá
No sabe a ciencia cierta pero intuye
Que ella tiene entera media identidad
El es la mitad que la llena, que la constituye
el complemento del vate
es la negritud que le otorga develada eternidad.
A mi musa acompañante
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