El miedo ha llegado
con sus miles de rostros
con la mirada gélida
es un tropel de malas sensaciones
de hielo clavándose en la sangre
lo he visto tantas veces
que ya le reconozco las raíces
la punta de sus clavos de alambre
dan la impresión de tremenda fortaleza
sin embargo al miedo se lo vence
se lo mira fijamente a la mascara
a ese simulacro de muralla endurecida
cruel hasta el hartazgo de su última tripa
los ojos míos te dicen no temo tu deformidad
no me atraviesan tus lanzas ni tus dados fantasiosos
eres la muerte que muere en soledad
que se despinta sin que nadie la acompañe
te expulse mil veces de mis sueños
y tantas otras de múltiples pesadillas
como a un espejo carente de cristal
puedo ver mi cara demoliendo la pared
los muros que no quieren dejar crecer palomas
el abandono al que te sometió el tiempo viejo
tus arroyos están resecos de humedades
y en mi vaso completándose múltiples gorriones
no somos el arrojo desenfrenado de otras latitudes
solo que hemos aprendido a lidiar con este monstruo
de cartón carcomido por la sonrisas de quienes se atrevieron
ya no hay lugar para morir antes de que amanezca
podemos esperar el amor con este paso informe
con la suavidad nacida en la superficie de un mar incipiente
ahora sé que poblaremos nuestros cuerpos de vida
con anocheceres de lenguas encendidas
las palabras pueden suscribir un nuevo pacto
bailaran desnudas y ebrias las vestales de este templo
impertinente
ya nadie extrañara aquellas sórdidas heridas
ni nos esconderemos en las llamas de mil descuidos
ahora tendidos sobre astros derrotados en la oscuridad
firmaremos recomenzar sabedores de lo que no se olvida.
Roberto Brindisi
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