Crei que agosto
era el instante de mi nostalgia
donde nacía mi madre entre sorbos de vino,
creí, en mi ateísmo profano,
que entre unas líneas borrosas
emergería una silueta incompleta de mujer,
que en esa estación de tren clausurada
las horas se acumularían derramadas,
pero no era agosto ni había tiempo
solo la risa de unas magnolias frescas
que entre cristales verdes de bodegas
verían escaparse las puntas de mi infancia,
las mangas remendadas de mis heridas
ir hacia adelante aunque este el abismo
no es de sabios sino de incomprendidos
que de pararse les estallaría la luz en los oídos
cegarían su mirada de papel manchado
ya no existe ausencia de lamentos
ni una implosión de olvidos nuevos
solo está el sol oscuro, padre de las noches,
jugando en los médanos de un patio de madera
entre los bordes de unas caricias entristecidas
dejar abiertas las ventanas es una opción
no han de huir los remordimientos eternos
ni las alegrías de crayones coloridos
sé que algún día retornara el infinito
por el sendero de los besos partidos
donde la humedad cristalina de sus ojos
serán los puntos claros de un amanecer
el ruido estruendoso de las gotas de rocío
que bañan las orillas de mis vigilias sobrias,
ahora será la espada de viento la que sople
quizás no haya mañana en nuestro calendario
tal vez esta estepa de fuego en retirada
marque la frontera de mis sentidos lacerados
nunca nombre el averno porque soy su epicentro
una llamarada de pétalos de jazmines
o un poema en un momento equivocado.
Roberto Brindisi
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