Olvide los días
las tediosas horas de desamor
la lluvia cayendo en el descuido
las manos encriptadas en mi piel
aquella sonrisa que nunca prodigaste
o las alas de un ángel perverso
difamando a dios en el banquillo de un bar,
olvide
las madrugadas despintadas
de tanto trajinar el insomnio gris
de resguardar las hojas de sexo en los cristales
mientras un bardo ebrio de párrafos
escribía los renglones de su epitafio
balbuceaba unos versos incompletos
destilados entre las amapolas ariscas,
no había noche ni se había creado el día
solo ese instante de eternidad perpetua
miserablemente acogedora en mis pesadillas
tan inenarrables cómo puede el círculo de la indiferencia
en medio de mi espejo empañado
la sombra de su añeja lujuria
un vapor celeste de almohadones
me conducen a rememorar aquellos vestigios
solo cenizas negras quedan de unos gemidos
placer de verla llegar desnuda de prejuicios
olvide los atardeceres de precipicios
de agujas teñidas de ortografía errónea
como las piernas delgadas de su misterio
el que atrajo mi voluntad hasta desaparecer
nunca comprendí el jeroglífico de ese amor
ni la geometría de unos tajos
perfectos
me escabullí entre las perlas de sus senos
mordí con furia esos labios de escorpión herido
olvide tristemente en mi penúltima omisión
que nunca es tarde cuando algo se ha perdido
siempre pueden venir otros olvidos.
Roberto Brindisi
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