Mi reloj
marca la cuarta mirada de tus ojos
las agujas se deshacen en el brillo de tus pupilas
solo hay miradas perdidas
pestañas de soledades encriptadas
no surgen recuerdos de esas pesadillas viejas
ni soplan nuevos vientos de incendios rotos
manos recorren los médanos de la dermis
los arboles de mis poros se empecinan duramente
entraras por el agujero de mis pensamientos
veré tus faldas desnudas sobre mis sabanas
surgirán palabras que describan tu emergencia
en tanto llueve en los candados del viento
vuelan como pájaros nuevos tus caricias viejas
ayer deje que partieran mis vigilias pretéritas
en tanto las veredas de baldosas desgastadas
van consumiendo tus pasos prometidos
podrán intentar astillar el inmenso vacío
pero no lograran derrotar el optimismo temprano
son los lobos hambrientos de mi nueva infancia
los que te desean humeante en esta almohada
en los esteros de mi cuarto de amante eterno
se desbordan los infiernos de los cuencos verdes
traes el testimonio de los cristales heridos en la inocencia
se han perdido en una embestida matinal
mezcla imperfecta de atardeceres efímeros
con la eternidad de las silencios blancos
no recuerdo haber partido hacia mi principio
ni haber llegado hasta tu presente nuevo
rememoro nuestro paso por las tabernas de lujuria
embebidas por tu erotismo alcoholizado
derrumbaste barricas de poros sacrificados
es hora de dejar que los arroyos se inunden
con la garua amputada de las promesas amorosas
habrá lugar para nuestros besos acalorados
colgare poemas rojos de los bordes de tus labios
escribiré con la pluma del destino los últimos versos
y me entregare a la increíble gesta de estar enamorado.
Roberto Brindisi
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