Mis letras
no buscan ojos
ni narrar alegrías turbias
escribo desde mi orfandad
herida
en la madrugada de mis
tiempos
reviso mis bolsillos para
encontrar
monedas de extranjeras
validez
como la sonrisa que porto
a medias
mas no me decidí a
escribir burlonamente
me digo si en estas
palabras no hay venas
que conduzcan savia de
vida magullada
recuento mis heridas de pájaro
en agonía
las alegrías de cada
instante que sobrevivió
recuerdo el olor a
mandarinas arrebatadas
regreso a este presente en
el que me arrullas los pecados
los pesares de mis
afortunadas decisiones
será que dios se olvidó su
presencia en el burdel
o habrá muerto en los
filos de la infinitud
quizás me alegre ver como
caen las murallas de tus años
no olvido que fuimos
amantes del buen vino
ni de recorrer con los
parpados cada poro de la piel
desagotando mis ríos en
tus acequias
tiempos en que podíamos creer
que no hay final
que esos anocheceres eran
eternos
tan completo nos sentíamos
que hasta sepultamos la muerte
en el vergel de los ángeles
caídos
debí guardar paciencia
para estas lluvias
las inclemencias de las
tormentas insoladas
nunca escudriñe el largo
de tus alas
ni las bondades de los
silencios mortecinos
no pregunte que tenían tus
orgasmos perentorios
ya que las alboradas eran
extremadamente laxas
hoy no encuentro tu imagen
en este espejo
ni en los libros que tus
manos ordenaron
solo queda el aroma a
rosas con fragancia fría
reitero que me guardo el
secreto de mis párrafos
como también el instante en
el que me desesperan
son las letras hijos de mis
angustias y mi melancolía
tire la llave del cofre rojo
de mis secretos
en alguna alcantarilla de
esperanzas nuevas
quizás las noches apaguen
mis incendios
he de suponer que la
primavera ha de llegar un dia.
Roberto Brindisi
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