Padre Nuestro
Perdona mis inmerecidos pecados
Ese convento con su abierta puerta
Esa monja con su clausura muerta
Cada confesionario tan alterado
Por unas novicias incurrí en lujuria
Sacrificando calvarios vírgenes
Con agua bendita de sus arroyos
Lavaron mi crucifijo desde la injuria
Fueron Evas
Las Magdalenas con sus desnudos
Me regalaron oro, mirra e incienso
Y sus pesebres humedecí a besos
En esas noches de guerras sin escudos
Sin tregua en el jadeo del averno
Con labios de féminas sobre mi pecho
En la firme punta mis versos al acecho
Fue un instante o más lo que es eterno.
Virgen Maria madre de Dios
Si mis pecados fueran salvados
Nuevamente, sin dudar, los cometería
Ahora y en la última hora final
De aquellas noches no me arrepentiria.
martes, 10 de junio de 2008
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