miércoles, 23 de septiembre de 2015

GUARDAR LA VIDA Y LA MUERTE




En el primer cajón
de una cómoda antigua
tengo guardado besos resecos
cuya humedad se escurrieron en el atardecer
de la muerte de mi sueño surreal
busque decidido en el closet
la humedad de tus orgasmos
de anocheceres hechiceros
en el que el mudo de la casa
intento decir una oración cualquiera
solo quiso recordar lo que miraba
a travez del ojo de la cerradura de un cenicero
y entre esas cenizas inexistentes
sintió que regresaba las formas de una hembra
la que se ponía en pie luego de cercenarle sus extremidades
o alzarlas hasta el nirvana de unos hombros
que permitían que todo fuera más real y expuesto
pero el sigiloso cerro su boca
abrió la ventana por donde huyeron los pájaros fenecidos
y dejo que penetrara un tiempo robado en otro lado
que desgastaba sus monedas de papel
en el mostrador de una cantina de un burdel
por donde transitaban esqueletos habitantes
de miles de pesadillas de esas noches negras mías
quizás, dijo el filósofo, el amor hay muerto junto a dios
quizás estemos viviendo en un ayer eterno
del que no despertaremos nunca mas
y esas siluetas de mujeres predispuestas
harán el amor reiteradamente
en tanto las manchas de humedad de mi habitación
desparraman su liquido hasta el vidrio del espejo
viejo centinela de almas lujuriosas en vuelo
refractante de soledades eternas que acogen el silencio
en estos siglos de barbarie no hubo incendio
que impidieran que llevara su minucioso registro
transeúnte inmóvil de una vida en la vigilia
no se donde terminara esta infinita muerte
ni donde comenzara la inevitable vida
quizás el universo sea más que astros agujereados
y este marcado por lo inevitable de esta suerte.
Roberto Brindisi

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