miércoles, 11 de noviembre de 2015

LAS COSAS DE ESTE MUNDO


Nada me asombra
ni sentir tus pasos sabiendo que alucino
ni intentar delimitar mi sombra en un cuadrado
ni haber derrochado la magia de encantador
si que en el espejo hay una figura que sobresale
ni yo solo con el bullicio de mi mudez extrema
solo me sorprende el vuelo del colibrí
por momentos replegado en mi ciudad
en otros extendido en mi desprolijo lecho
leo sabiendo que me absorben la mirada
pienso consiente de que me ronda la demencia
hablo para una posteridad que ya paso de largo
solo me queda ser realista
darme cuenta que dejamos de existir hace tanto
que solo es el rebote inaguantable de estar en ningún lado
que buscamos darle forma a la que se transforma
alimento a mis animales internos
a amenguado mi libido hasta ayer descontrolada
por momentos una mirada que sale de un cuerpo perfecto
me devuelve algo de la lujuria guardada
entre anocheceres que me despiertan nostalgias
pero falta ella
la que como en una nueva torre de babel mezclo sus nombres
y se transformaron en recuerdos memorables
donde haciendo casi lo mismo
siempre se descubrían cosas distintas y extremas
ahora es tiempo de que el amor y el placer regresen
de recibir con los brazos abiertos en una desnudes implacable
la lujuria de una silueta ardiente
que le dé valor a este espacio que perdió sentido
al golpe feroz de la puerta que te mira con lujuria
a ese café en la mesa que se calentó de pronto
que dejes que al mirar tu entrepierna sienta un milagro
se que todo esto puede ser
porque los fantasmas están el interior de uno
ya anochece sobre la pena de los moribundos
amanece en algún lugar donde haya enamorados
así mecen las cosas estos entes invisibles
asi discurren paso a paso las cuestiones de este mundo.

Roberto Brindisi

Y ATRÁS EL LODO


Hay un momento
que sucede incomprensible
en que los vocablos significan
porque sucedió una muerte amorosa
hay momentos
en que las palabras son zurcidas
porque es imposible agonizar sin ellas
sin ese antiguo icono mordido
por los perros de la tristeza
lapsos de invierno que suben por mis pestañas
manos construidas con la sombra de un muro
y en el horizonte solo agua
como la que derraman los arroyos de esta hembra
cuando decido dejar de esperar dormido
sucediendo mi caída profundamente adentro
en tanto esa mujer ardiente se vuelca dentro mío
creo que anoche se escabullo mi sueño
creo que unas astillas delimitaron el borde de mis labios
y lo intangible cae como suele caer el viento
anduve vagabundo en las calles de una ciudad
que me marco los años y las arrugadas utopías
pero esa urbe que me enamoraba me ve pasar sin afectos
en una inmedible soledad de versos malos
de noches cada vez más arrepentidas
nos hemos confesado,
no hay quejas no hay reproches
solo el vuelo de una cara infantil que quedara en mis adentros
allá las veo correr
desoladas como único pájaro en la tormenta
como explicarle a mis lágrimas huérfanas
que se cierran las puertas de un mezquita sacra
que ya no tengo la llave oxidada por los días difíciles
ahora a abrir el paragua de la esperanza
a intentar vivir mi tiempo acordado con la parca
recobrar aliento rodeado por la caricia de otros iguales
los que quizás hayamos ganado perdiendo todo
si hoy hasta el tango se me hace medio ajeno
será que la oscuridad comienza a retirarse
que la tierra se seca dejando atrás el lodo.

Roberto Brindisi

sábado, 7 de noviembre de 2015

PUEDE SER


Ahí
en un rincón de la vereda
yace el sueño de mi muerte
la tormenta de mis noches calmas
la vigilia de mis días vivos
al lado,
los cardos de mis pesadillas
las flores intensas de mis amores
sobre el que llovizna mi cuerpo claro
la urgente sutileza de la alborada
que se asoma por la ventana de mi cuarto
queriendo ser reconocida por su silencio
mientras una sombra busca dejar de serlo
transformarse en una rosa en crecimiento
yo cavilo entre estas paredes viejas
quiero dar combate con la palabra
en algún poema vagabundo
dejar sentado el precedente que ame y que no quise
de maneras similares
aun cuando la jaula era espacio incompleto
en aquellos días en que la ciudad oscureció
multiplicando las calles de manos asesinas
pero la vida siempre fue una sutil promesa
de instantes sangrando bellas poesías
de plazas colmadas de presentes y de ausentes
hasta darnos cuenta que nuestra visibilidad sobre la tierra
es apenas un pájaro con plumaje de alegría
y aquí seguimos
carcomidos por la brisa de alguna letanía
de algún silbido matinal que rebota sobre los muros
ahora espero consumar mi existencia incompleta
sentir que existir no es un desierto de afecto
batirme a duelo con los labios femeninos
cavar trinchera sobre la cama con sabanas plegadas
ejercer el vivo movimiento de subir y bajar por tu silueta
morder los poros de una figura desnuda de razones
y agonizar con algarabía en una madrugada.
Roberto Brindisi