En la calma impasible
de un mar infinito,
inabarcable,
grande como todo el mundo conocido
la nave ha anclado,
òvalo blanco de huesos en reposo.
Hacia el horizonte,
vagos tùmulos, islas blancas,
irreales
a la difusa luz de un sol
sin estemecer las aguas.
Estancada,
la nave no sabe que boga
hacia un mundo misterioso,
remoto, infinito
de peces voladores
arboles que abrazan y devoran
lenguas dulces
de gemidos y de quejas.
Roberto- 10-04-08
jueves, 10 de abril de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario