viernes, 30 de agosto de 2013

INCRECENDO


El silencio
inmensa nave insignia de mis poemas
tal cual lo digo
no existe
sucede que el aire está poblado
por una gran escasez de oídos rasgados
grietas colosales de mi palabra
o vocablos abortados en otras bocas
Aquí,
en este punto
bajo la sabana mínima de mi pañuelo
dormitan, con un ojo abierto, mis adioses
me niego a replegar tantos olvidos
pensando que el ser más miserable
es el que esta deshabitado de sí mismo
por haber subalquilado a las ajenidades
sus compartimentado espacios interiores
hasta perderse en un círculo vicioso
donde nadie accede a nacer  para morir
aunque esto casi siempre suceda
y me obliga a preguntarme
si acaso Dios esté deseando tanto su finitud
como nosotros la inmortalidad
y por ellos este sanguinario desconcierto.
En esta tarde
cuando decaen lentamente
las luces encendidas del suicidio
veo a través de los relojes de acero
como gotea su llovizna nuestra muerte
pero si pienso en un momento grato
arranco la espina de tanto agobio
puedo poseer el inicio de la primavera
heredando la lluvia de tus poros
mientras el cielo se desploma sobre nosotros
con su empalagosa carga de figuras voluptuosas
y hago que vivamos por un breve instante
en los bordes absortos para el que no estamos hechos
será la soledad en el desierto
o la belleza de tu nombre que me persigue desde antes
desde que encontramos nuestro sitio en mi lecho.


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