Obstinadamente
me he propuesto no ser,
el que hable de amor en
este huerto
ni el que transforme
pesadillas de estalactitas
en fantasías huecas de
despertares,
no,
nunca habré de sopesar desconsuelos
ajenos
si reclamar por los pájaros
carentes de cielo
o la lluvia cuando cae en
forma de alambre
sé que mis monstruos se
llenan de soledades añejas
y mis angustias de
espectros pasados,
sé que mis placeres
encuentran nutricia
la suavidad de tu desnudo
tempranero,
puedo tener en mis manos
agujereadas
los disparos de tu
sensualidad hecha herejías
cargar a cuesta con tus
pupilas anhelantes
ver como se pone el verde en
tus ojos nuevos
pero el sol no he de
crearlo
me cabe la faena de pintar
sus rayos
despeinando la agonía de algún
atardecer
en tanto intentamos
escribir un poema
en los orificios de
nuestras pieles desolladas,
repasas con escasa cordura
los versos de mi vida,
cascara de una soliviantada
esencia en mutación
abundantes de silencios escarpados,
como árido es el mutismo de
tu ausencia
en esta efímera madrugada
con la luz descolorida
cuelga el viento entre los
arboles inquietos,
me interrogan los objetos
de mi cuarto
por los huecos repetidos
que dejan tu silueta de mujer,
deje de tener palabras para
contar mis culpas
como de tener cautela antes
de responsabilizarte
solo divago entre una
puerta en ciernes
y el vergel de tu ermita
preferida
no sé si Dios este
despierto a estas horas
pero el aroma de tu sexo
evoca mi perdición
me queman las llagas de
presencia herida
descánsame en el vientre de
tus sueños
una vez más, solo una…
Roberto Brindisi
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