miércoles, 2 de mayo de 2018

CAMINO



Un largo silencio
precede la tormenta de un poema
la metáfora sigue la velocidad del tiempo
mientras el cielo es un juego infantil
detrás de los portales, la miseria,
la apatía de sentir la muerte ofendiendo el césped,
el atardecer no suele ser benigno
cuando de amores ha de tratar
solo te recibe una noche brumosa
que desprende los vestigios de alguna inocencia,
vienes a entregar tu cuerpo enteramente
sabes que no hay monstruos ni mitología
solo el vulgar deseo humano
el que desata tu ropa amontonada
en una esquina, el espejo refleja tus pezones,
en punta, ardientes, como un incendio en El Cairo
redondos, perfectos, para unas palmas ajetreadas
para unos labios llegando desde su infinita juventud
me recuerdas mi infancia despoblada de senos
vienes a traerme  aquella turgencia de la que nunca supe
a dejar constancia de unos tajos abiertos al placer
de unos besos robados en un vergel de sacristía
y unas manos que son hábiles en el manejo de mi hombría
no imploramos al llanto sino al goce
no haremos ídolos paganos por tanta desnudez
solo, si pudiera decirse, gemiremos una alborada
un desmonte de arroyos que se suicidan en el agua
debajo del penúltimo párrafo
en el que se estipulan los orgasmos repetidos
deseo sentir la temperatura de tus nalgas
y tus piernas perfectas entornas junto a mi
bajaré las tablas con nuevos mandamientos
crearé un mundo solitario e inhabitable
seré quien te esclavice a mi mueble horizontal
tantas veces caerá tu nombre
que mi amnesia no sabrá de intervalos
a lo lejos los chacales de esta estepa plana
y entre tus ojos una mirada perforada
unas palabras desganadas de tanta humildad
encontramos los andenes desordenados
en las vías de dos almas enamoradas.
Roberto Brindisi

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