Y la poesía es
fuego que arrasa
aun en medio de la tormenta
llamas que se avivan con las letras
pasión que se dispara
cuando recuerdas aquella bien amada
carne que se desgarra
entre los gemidos férreos de los versos
ardor en las manos
cuando la lapicera se inquieta
comezón en el cuerpo
que se calma al culminar un poema
la poesía es el orgasmo del poeta
que dura una larga infinidad de nadas
hasta que tropiezas con otro tema.
Vuelve entonces la locura
la desperación porque lluevan cenizas
el recuerdo del amanecer
cuando guardaste los demonios
acariciando de tu compañera la tersura de su piel
volando sobre el redondel de su ombligo
con las sombras esfumadas por los bordes
en el anochecer de este otoño
convergiendo en su centro
donde brotan a raudales los retoños
de versos que el bardo lleva adentro.
La poesía es furia
que descarga su violencia en palabras
su resentimientos en formaciones
de convenciones gramaticales
sus amores imaginarios
sus dolores y alegrías verdaderas
todos esos sentimientos del que solo sabe la luna
que se vuelcan en una brutal agonía
sobre el papel resplandeciente
que aguarda ser correspondido
ver como humea la escritura
en vocales y consonantes pervertidas
que esbozan rostros sin fronteras
anunciando la llegada de un nuevo profeta
pero fundamentalmente
intentando saber de qué cosa va la vida.
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