viernes, 10 de mayo de 2013


LA CIUDAD SACRA

Las mañanas son pocas
en esta ciudad de Buenos aires
son tan escasas
que de pretender adquirir una
hay una larga cola de fantasmas
esperando por comprarlas
estas mañanas están preñadas
por una multitud de bullicios
de risas ciudadanas
de jóvenes cuadriculados
en una servilleta de café,
y en la extensa agonía
del caminito de la boca
espera el viejo riachuelo
con el tango parado a sus pies
aguarda por los derruidos barcos
que como una amante eterna
prometió no serle infiel.
Los atardeceres de esta
mi ciudad sagrada
por donde morir se hace tan fácil
nos han dado a entregado como elección
la senda de tratar ser herederos
de una dudosa eternidad porteña
dejando trozos de inmortalidad
en las rajaduras de las veredas
para agacharnos a recoger los besos
de tristes noches anteriores
en los zaguanes cerrados a los mortales
asi de ingrata
asi de enternecedora
es esta metrópolis que me cobija
que me negué a enterrar los fenecidos
aquellos que pasean en carteles
entre las manos rugosas de madres
cultivadores de mayos florecientes
de plazas con palomas
con la extraña forma de pañuelos
que hubo alguna vez que yo soñé
el sueño de estos combatientes.

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