Cae
como una tarde de otoño
un mediodía de sangre
una violenta palabra inofensiva
asi se derrumba mi mirada
hechizada
carcomida
disociada por sorpresivos
sentimientos
es la parte primera de un alud
la palma que corona tus pezones
asi es la caída
voluptuosa
cargada de lujuria antigua
como anticuado es el nombre que no
tuve
cristalino como los arroyos de tu
vagina
con tu clítoris como campanario
fino
creo que la carne reivindica en
esos momentos
cuando mis ojos se desmoronan
sobre tu desnudez que fue y ya no
es
la certeza matemática de la
lujuria codiciosa,
aprendí el lenguaje de una mal
reconocida jerga
que acicateo mis deseos más
impuros
fueron soeces las mariposas que
navegaron
como misioneras de un día por tu piel
luego llego la sombra
contorno difuso de siluetas
ansiosas
de océanos aplanados en su sequia
hambre de mujer en su encerrona
jadeo impetuoso que perfora la
muralla
he de mentar a Heráclito, Platón o
Epicuro
no, jamás, porque escribo mis pulsiones
delirios místicos de mi arrabal porteño
mis garabatos en forma de versos
repetitivos
solo reconocen la deidad de mis
espejos interiores
no será sino una hembra a la que
sueñe
en este difícil oficio de
mantenerme vivo.
Roberto Brindisi
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