Cayo
Como una espada gelida
Esas que te hieren hasta desangrarte
Filosa
Penetrante
En una noche nueva
En un lecho añejo
Y en su caida
Se desbandan los pajaros rojizos
Que hacen nido entre mis dedos
Como una daga inmensa
Asi se introdujo
Entre las carnes
Que desesperan por abrirse
Por morir una vez más entre los bordes
Sabiendo de lo inaccesible
Que se hace a veces
Surcar cada arroyo naciente
Cada madrugada en ciernes
Con las prendas desgarradas
Como las almejas muertas de esta playa
En las que se desatara la colera final
La que inhibe el canto de las aves
La que retrasa la apariciòn de la primavera
Y perpetúa casi eternamente
El frio sangriento de este invierno.
Asi cayó este florete
Con suma precisiòn
En el centro mismo del desamparo
Donde se pierde el eje de la sinrazon
Donde la cordura pretende ganar esta batalla
Consumiendose en la soledad que nos trastorna,
Heredad de guijarro ardiente,
De raicillas escarchadas y sedientas
Entre mis simientes extraviadas, inflama;
prende dentro del soplo hueco,
fogón incorpóreo y puro;
incinera como carboniza el tiempo,
como transita el tiempo entre la expiración,
con sus idénticas huellas y su hálito;
prende como el yermo que te engulle,
incinera en ti mismo, arrojo sin flama,
aislamiento sin icono, ansia sin bocas.
Para concluir con todo,
concavo mundo seco,
para finalizar con lo indiviso
Asi cayó
Para luego levantarse
Entrando en la última morada
Espada que como mujer
Te entregas desprendida
Cuando sangras de amor tan arrobada
martes, 24 de agosto de 2010
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