Parece increible,
Hasta cierto punto no asumido
La simpleza de mi raciocinio,
En el otoño no existiamos,
No habia prendas que nos cubriera,
Ni desnudez que descubrirnos,
Ni promesas a no ser rotas,
Ni momentos de extrañeza,
Ni noches con dias apasionados,
Ni razguños hechos en el aire,
Ni tibieza dibujada en la nada,
Ni límite que me sobrepase,
Ni palabras dichas cubiertas por los hechos,
Ni barcos con darsenas imaginarias,
Ni el más civilizado salvajismo,
Ni acumulaciòn de instantes tras instante,
Ni construcciòn de castilllos de suspiros,
Ni besos disparados a mansalva,
Ni proa, popa, senos, turgencias
Noches, atardeceres, madrugadas
Los espejos guardando mis urgencias,
No existian,
O si pero como materia a descubrir.
Como se llega a este inventario
Cuando mis años tienen cicatrices
De cruces, de desdichas y abandonos
De sobrevivir al borde del precipicio
De arrastrar mi esencia entre crucifijos
Sofocando tanto escosor en cantinas
O bodegones inundados de alcohol
Desfilando en la arista del cuchillo
Limpiando sangre de tanta guillotina.
Ya no me hundo ni me escapo
Afronto la sonrisa de tu mano
Las caricias de tus ojos claros
La pulcritud de tu melena desdeñosa
Recogiendo el hilo de tanto barrilete
Trayendo a la rastra a una luna nueva
Depositandola en tu blanca almohada
Me ayudas a demarcar en la cama la rayuela
De trazos hechos con dulzura
Donde la tierra es el encuentro
El cielo un semicirculo cuando acabado
Los juegos remiten a la niñez
De un tiempo preterito imperfecto
Y sobre nuestros años, nuestros tiempos
Se trasladan los arroyos convertidos en mares
Dice el sabio en su mudez
Que del dolor expuesto y del oculto
Nace y florece el amor en madurez
jueves, 31 de marzo de 2011
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