martes, 11 de septiembre de 2012


                                                                         MERODEO

Se que te debo
el último poema de esta tarde,
que me atreví a proponerte
unos versos cayendo en cascada
mojando la punta de tus dedos
cuando tus ojos reposan en mi almohada
Se de mis deudas
de las que debo pagar
y de las que nunca abonaré
de aquella herida en la memoria
que con mis letras zurciré
con una poesía en caída vertical
sobre el sepulcro del silencio que como escoria
rodea el circulo de mi sexo animal.
Miro los bordes de tus labios
y se me escapan besos lujuriosos,
como tu contorno de hembra hambrienta
descose las líneas de mi horizonte
derribando la geometría de mi compostura
eres en mi fantasía, lanza o flecha
que pone al desnudo toda mi locura.
Tomo en cuenta
en la estrechez de mi buhardilla
que en los recónditos trazos de tu palma
pude leer como gitano mi destino
estirar las cifras de mi muerte
contra paredes de pieles y cabellos
con los huesos de aquella osamenta
la que olvide entre sabanas y jadeos
mientras hurgaba la dureza de tus pezones
en la lumínica madrugada de mi suerte.
No llego mi hora de partir
tampoco el momento de callarme
cuando abro el paréntesis de mi puerta
para que ingreses en punta de alas
con el color del deseo más profundo
aleteando frágil como una libélula
que se posa en la punta calida de mi verbo
en tanto detengo en este lecho el sino de este mundo.
Desde el exterior de mi espejo
me veo vagabundear sin moverme
vaciando el aliento sobre tu hermosa superficie
mientras enciendes tus pupilas del color de nacer
el de apretujar toda la intemperancia
sabiendo que la noche cayó hace minutos
pero reconozco que la misma no finiquitó
se ha postergado hasta correr el humo de la tarde
y todo será tuyo salvo el ir hacia donde no hay donde
o escribir el poema que debo a estos frutos
los de tus ojos devorando mi mirada sin alarde.     
    



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