lunes, 17 de septiembre de 2012


EL DOLOR DEL PLACER

Sí el día lo permite,
pueden andar pájaros sueltos
volar sobre los minutos del mar
esquivar los puentes de Praga a mediatarde
para luego anidar
en los boquetes de esta clara aurora
con alas congeladas o calurosas plumas que arden.
Pueden en ese espacio de locura
plantar semillas de pleno girasol
revisar la tierra con las manos desgarradas
entrar en las cavernas de entre tus piernas
salpicar de nostalgia mis soledades
que esas aves saben a mi paladar
en largos anocheceres de música embriagada.
Y de pronto me recuerdo
se que nací el mes de tu reposo
que divulgué mis versos más austeros,
tuve por partida de nacimiento
los estrechos canales de tu boca
cuando entre susurros recitabas la poesía de Pizarnik
en los primeros momentos de febrero
entre las páginas manchadas de momentos.
Mi nombre fue el de un tal Roberto
que escapó del silencio de sus gritos
entre odios feroces anestesiados,
sabe en un duro germano
a Dios de una trágica guerra partida
sobre un tablero de ajedrez sin los trebejos
donde vienen las blancas piezas  a ser comida
con la lluvia de tus besos de verano.
Busco en los bolsillos de mi saco
las pestañas que en una plaza me entregaste
las recuerdo adheridas a húmedas lagrimas
las de los llantos enloquecidos
cuando mordiendo las sabanas en el espejo
veo la sangre rojiza de tus venas
y la fina silueta de tus colinas
como te arqueas cuando llegas a redoblar tus alaridos.
Septiembre me entrega
el soplido de tus arterias
mientras en la indagatoria de tu vergüenza
no queda transgresión sin repasar
en un desfile que bulle en redondos borbotones
nada altera la insinuante procacidad
ni siquiera la penetración que nos convenza
que solo en el último minuto del amor,
en el finiquitado segundo de la lujuria,
allí donde el temblor extraño que nos agita
las soledades maúllan en el pozo de la nada
disfrutando el placer de este dolor,
de esta dolencia placentera que no se quita.  

     
  



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