Hay momentos
en que el cielo
es un túnica de mosaicos
un manojo de
espinas aguzadas
caminando detrás
del infinito
que se expande
por las ventanas de este cosmos
deletreando un
silencio colosal
tan único e
inigualable
que parece
mentira que lo rompa
el suave aleteo
de un ligero colibrí
como sucede en mi
interior
cuando me abarca
este amor completo
nacido en las
misas de domingo
en las horas en
que el campanario da las once
y me sumerjo en
el más audaz de los respetos.
Los sentimientos
son perlas que
recorren el sendero
entre la
vegetación de bordes agitados
con las verdes
ramas de las líneas de los miedos
temores que
forman un batallón en pesadilla
esencia blindada
de esta conspiración en los subsuelos
por donde se
resguardan los amores imposibles
esos que no se
plasmaran en un cuento
que de vivirse no
habrá registro de su existencia
solo el aroma de
sudor y sexo
surgidos de la
argamasa de superficies ardientes
que consiguieron
atravesar mutuamente las fronteras
bajo los odiosos
nubarrones del averno
salpicando con
sus gotas este instante urgente.
No sabrá la
historia
que hubo guerras
que nunca se contaron
donde no hubo
soldados muertos
solo poros en
alboradas desgastados
los dos bandos
hechos de susurros
de curvas
retocadas con gran prisa
de senos que dan
cuenta de tangentes
porque el amor
puede reducirse a todo
si se suman los
pedazos de ternura
los de dos seres
que a lo largo de su marcha
se buscaron en la
multiplicación total de la ignorancia
quererse
encontrar sin conocerse
es cosa de un ejército
de dos enteros dementes
habrá que verlos
vivificados en el juego de su arrogancia.
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