domingo, 30 de enero de 2011

EL ACUARIO DEL TAURO

Clavo un dardo


En la arena sucia de la playa,

Más alla aflora una botella,

Maderas carcomidas que se esparcen,

Traidas por las olas de este oceano.

Vienen tambien las gotas,

Una a una a recordarnos,

A perpetuarnos, en la noche ya sin luna,

La misma que se oculto para mirarnos.

Llueve en el vientre de tu aurora,

Por donde sumerjo mi daga embravecida,

Mujer de mañanas encendidas,

Revivo en cada palmo de tu ombligo,

Hasta diluirme en la ultima de las horas.

Yo, el bastardo de la floresta,

El que busco ser desde su existencia,

El que se hizo a si mismo,

Sin raices que me unieran a la objetividad,

Sino por medio de cada hecho,

Me fui constituyendo por mi relato,

Siendo el heroe y el villano,

De tanta historia que traje de la mano.

Ahora, cuando abro mis ojos amarronados,

En el colorido despertar de este dia,

Se porque enterre mis raices

En los medanos de tu insaciable territorio,

Pretendi que la marca de mi inmortalidad

Fuera compartida con la tuya,

Gaviota de un comienzo de mayo,

Cuando el calor de un tauro asturiano

Te echo a la tierra a bendecirla,

Con el manto sublime de tu desnudez.

En este encuentro de porteñidad madura,

De septiembres tan pocos creibles,

Cercania a un parque centenario,

En las fauces de un domingo preferible

A la soledad melancolica del mismo

Cuando despiertan los suicidas en su horario.

En ese tiempo construidos de nadas y de apuros,

Con las manos manchadas por el acuario,

Donde es factible fusionar un mayo a un febrero,

Como signos de un zoodiaco enardecidos,

Buscando la complacencia de los astros,

No encontramos con un beso, el primero

De los tanto que sembramos en mil noches,

Aunque el cansancio nunca fue pretexto,

En este romance de tardes y amaneceres,

Me restituye el dardo y la arena

Los versos de un poema repleto de placeres.

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