viernes, 20 de mayo de 2016

ANDAR SIENDO


Soy
en cada letra,
en cada poesía,
en esa mano gélida
qué extraña el incendio de un cuerpo;
es que no me acostumbro
a ser ausente de presencias,
a caminar solitario entre tanta miseria
refugiándome en un cuarto de fobias,
la vida se asemeja a la geometría
a la infinitud de las formas
a lo indescriptible de la sustancia
y me aferró a la representación
de una mujer en el centro de mi infierno,
una fémina de ropas apagadas
rasgadas en las baldosas de este rectángulo,
la vida es un continuo pasaje de hembras
que como los segundos se van comiendo entre si,
en un reloj que no se detiene,
en una oleada de órganos que se cruzan,
como lo hacen los pasajeros en un anden
sin que nada se altere
solo mi finita paciencia
de hombre devenido en relator de sus angustias,
y los poemas se convierten en números,
como la matemática y la cábala,
te recuerdo viejo Borges
en esa aventura de ir muriendo entre signos,
deambulando cegato por las iglesias,
intentando comprende la inexplicable
 con ojos prestados,
como muchas veces nos sucede a todos
parados en una esquina desértica
sabiendo que no existe dios sino su sombra,
que el engaño es una religión con tantos feligreses
que da escozor saber de nuestras impurezas,
y allí es que regreso a ella,
no sé quién es aún,
solo que existe en algún lugar de mi intuición,
en el borde mismo de mi descreimiento,
ahí donde muchos mortales
perdieron la razón en manos de la demencia,
en ese mismo sitio es que te espero
ven desnuda de prejuicios y de colores
solo trae esa piel,
esos ojos verdes,
esos labios en ignición,
para que desparezcan algunos de nuestros dolores.

Roberto Brindisi

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