Cuento las noches
como aliadas o enemigas
en el duro oficio de mentir
cuando pretendo que me entregue
su soledad a borbotones
sin mezquindad,
puedo abrir un surco en mi muralla
dejar las venas expuestas
pensar que ella padece la miseria
de un mundo que compartimos
podría hacer la oda inconclusa al
mendrugo
pero prefiero egoísta surcar su
piel
dibujar el infinito mundo de las
ausencias
con un trazo que demande poco
esfuerzo
como un lobo de la estepa,
creo que volveremos a vivir
si partimos el mundo en mil
enteros
y alguna astilla flote por la
arena
recordando la lujuria de sus besos
la conformación como país autónomo
de sus labios grana
con bordes de precipicios
levantar una bandera con su blusa
desprendida
aterrizando en un otoño porteño
esos refractarios a la luz del sol
cuando el frio del plumaje de los
pájaros
hacen que solo vuelen hojas
mustias,
intriga ver el amanecer en la
costanera
con el silencio como único señuelo
la sensualidad de los insomnios
compartidos
saber que lo que hacemos
muere repentinamente a cada
instante,
no perder la calma aun dementes
ver como cae la luna sobre el mar
cavar profundo en el medio de
algún cuarto
proteger las esquinas de algún
aguacero extraviado
podría proponerle infinidad de
ideas
que parezcan insignificantes
ella prefiere una
poesía absurda de mi puño
una que la espuma la eleve en su
marea
por esto sé que siempre he de ser
un bardo delirante.
Roberto Brindisi
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