Después de anoche
Puedo decir que al fin he visto la luna,
No la imaginaba de esa forma,
Ni con esa convexidad,
Ni con las magnolias encolumnadas,
Ni esparciendo aroma de polvo selenio,
Ni disecando al mar en su inmensidad.
Me parecían ruiseñores
Sus circunferencias,
El largo de sus tangentes,
O las lagunas resecadas en su parte más sombría,
No imagine sus lunares ni su hermosura,
Ni tú desnudes apareciendo de repente,
Cuando mis versos referían a los poros de tu llanura
No lo pensé,
Todo fue repentino,
Como el beso de los amantes ardientes,
Como la vida vista desde el final,
Como los destiempos que suceden en nuestros destinos,
Como las gotas que se evaporan al calor
Cuando el sol talla fuerte en los caminos.
Así me asalto la duda,
El perpetuo interrogante,
La majestad de tanto vocabulario en rosedal,
De desiguales perfumes,
Proveniente de ángeles en desgracia,
O de los afortunados diablillos dionisiacos,
Que sacan largo partido a la fiesta
De la buena carne y del sabroso vino,
Aprovechando la pacateria de las doñas de mí cuadra,
Que en silencio cómplice,
Entregan de buena gana a sus doncellas de alto filo.
Pero mi angustia insomne,
Me entrego en abundancia,
El paso vivo en la vereda de mi calle,
De tu estructura de hembra amorosa,
De cabellos colorados,
De tus ojos verdes,
De tu boca grana,
De tus senos turgentes,
De tu entrega mansa
A mi deseo y mi amor urgente.
Ahora veo otra luna,
Una agujereada por la falsa idolatría,
Es mi luna dijera la Pizarnik,
La que nace desde el interior,
Bañada por los sudorosos calores,
Y yo observando la aureola de la luna
Que me llega junto con tu música de amor,
Después de anoche
Ya nada girara en la misma dirección.
martes, 8 de febrero de 2011
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