Ella me mira a diario,
Creo que yo lo hago
De manera persistente,
No me despierto aún
Desde un domingo de septiembre,
Desde esa tarde
Ella es parte de mi respiración,
Trata de entenderme
En mis singulares complicaciones
En mis febreros natales,
En mis acuarianos soles,
En mis rabias de perro vagabundo
Me contiene,
Me persuade,
De que el mundo no es justo,
Y quizás sea menos hostil
Si depongo mis acalorados berrinches,
Cosa difícil a la sombra de una ginebra,
Mansamente aceptado por mí
En los días de agua llovida,
Y sigue mirándome.
Tanto le he hablado
De mis recorridos enloquecidos
De mis peleas,
De mis vicios,
De mis vergüenzas,
De mis pecados,
De la escasa siembra de aciertos,
Le he dicho de la alegría inmensa
De mi apellido multiplicado,
De mi descendencia,
Que solo supe aferrarme a ella en fotos,
De mi torpeza,
De tantas cosas lindas que tengo
Que ya es hora de empezar a disfrutarlas.
Ella me mira sonriendo,
Me besa cariñosamente,
Sabe de mi devoción,
De mis largos agradecimientos,
Me suelta algunas frases
En la plática cotidiana,
Entre mates, caricias y besos
Detrás de los cristales a veces,
En la mecedora del living en otras,
Pero ineluctablemente
Hemos aprehendido los regalos de la vida,
El ramillete de ternura,
Sus golosinas generosas,
Debo ser sincero
Vivo mucho más plenamente
Desde que reconozco que me mira ella
Y que me gusta que así sea.
domingo, 20 de febrero de 2011
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