Donde esta
mi mágica tarde despiadada
las hojas del
duraznero artificial
el café edulcorado
los mojados anocheceres
turbios
la palabra
desempeñada
aquellos zapatos
que nunca caminaron
dónde?
y yo en esta mesa
escribiéndole al
destino presumido
a quien no
entiende las pequeñas cosas
ni ve que
contiene una gota de mi sudor
un apretón de
manos a las seis
mirando a las
mujeres en otro terraplén
en los andenes de
las brumas del recuerdo
saludando desde ventanillas
de papel crepe.
Donde están
las virtuosas
mujeres
que cuchicheaban
en torno a mi espera
cuando abriendo
las ventanas de mi camisa
dejaba la mirada
puesta en los latidos
en el pulso
agitado de mis fantasmas
en la caída en
desgracia de mis promesas
tratando de
rebanar un poco de la aspereza
que conlleva el
compartir madrugadas
en la turbulencia
seca de este rio
consumiéndose en
el letargo de la noche
donde la luna de
cuarto menguante
que supo arropar
entre sus sombras
los desbordes de
alucinadas sinrazones
donde la espera
se hace esquina
de barro, alcohol
y congoja
aun siento cerca
el aroma de tu cuello
después de
amarnos como tantas veces
después de irnos
del otro sin regreso
será por eso que
ya no cuento las pocas alboradas
las que me
hablaban en sordina
de lo alocado de
aquel amor incandescente
ese que tiene tu
rostro inmaculado
los besos que se
enlazaban como gruesa cadena
quizás hoy volverán
en el recodo del tiempo
al menos hoy lo
espero con una poesía insurgente
será por todo eso
que mi reloj solo marca la arena
y mis dedos son
los de un bardo enamorado.
Roberto Brindisi
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