La soledad
inmensa soledad
a veces dolorosa
a veces necesaria
materia prima de
la fantasía
de los versos de los
poetas
nube de un cielo
astillado
cárcel en que está
encerrada la alegría
sendero que suele
no llevar a ningún lado
misteriosamente
afable
curiosamente
enloquecedora
abre en mi
interior los estanques
por donde navegan
las penas
las lejanas y
estas postreras
se transforma en
viento que peina mi llanto
en flores
delgadas sin aroma
territorio hostil
para los enamorados
o frontera bélica
donde pensar el amor
camposanto de los
solitarios
de los
desquiciados sin ninguna cura
la soledad suele
parir silencios pesados
cometa con formas
geométricas angulosas
nada te frena
sino un poco de locura.
Y aquí estamos
mi amada y yo
curtidos de
infinitos amaneceres
de noches
ruidosas en mutismo
de estaciones cálidas
en el comienzo
cuando nuestras
manos se confunden
los cuerpos se
suman entrelazados
enrevesada la
osamenta con la sangre
la que en la boca
transformo en ruegos
en suplicas de días
lujuriosos
porque es ese
mismo silencio el que habla
cuando ve con
envidia una luna en la ventana
silencio que es
arrasado por unos momentos
en el centro de
nuestros bosques desnudos
en el entrevero
de imágenes en el espejo
más la carcajada
lo desestructura lentamente
los gemidos
nacidos de la voluptuosidad
lo remiten a su exacta
dimensión
ser el espacio
penitente o reflexivo
ser un animal
gris muerto de miedo
ser lo que quizás
deje que fuera
màs seguirá conmigo
en tanto este yo vivo.
Roberto Brindisi
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