lunes, 26 de mayo de 2014

A LAS CUATRO DE LA TARDE


Moriré a las cuatro de la tarde
en un momento que no será tiempo
en un día de sol radiante
al que me llevaré para que alumbre
la nueva vida que he de emprender
nadando en un torrente de tinta
con las vocales como algas
no habrá juicio final
solo una mesa de bodegón tardío
andaré desnudo sin portar tanto cuerpo
solo el bolsillo donde van mis letras
cada jornada teñida de infinito
me mezclaré con algún recuerdo de los míos
no sé si me permitiré discutir conmigo
pero no será locura callar en voz alta
veré en los tejados de una poesía
andar rampante las alas del deseo
ver como remontan vuelo las ilusiones
que no fenecen nunca
que son impenetrables a toda prueba
más doblaré las palabras de mi poesía
en tanto las ramas de los eucaliptus
serán como estandartes de viejas peleas
y por un sendero estrecho
de un infinito azul teñido de inocencia
sabré que has llegado hasta mi sombra
mujer amada en un tiempo finito
alma mía en esta estación eterna
los abrazos saben a dulce esencia
más la mirada que traes desde lejos
será tan lujuriosamente mía
como lo son en estas noches porteñas
de aguaceros dibujados en la voluptuosidad
sobre las aristas de los brumas de tu tez
para amarte como nadie enseña
dejar detrás el estremecimiento agudo
cuando se aprende lo solido de tu desnudez.

Roberto Brindisi


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