Tengo claro
Que en el final
Seré la sombra del niño
Impenitente,
Del rebelde que voló faroles
Desde las hamacas de un rosedal,
Seré tantas cosas
Que mi recuerdo será el del día siguiente,
Con la posibilidad certera de sufrir amnesia
Hasta el infortunio de olvidarme de morir.
Pero,
Aunque se asemeje a tristeza,
Urdo los hilos desmadejados
Del presente,
Del mientras tanto,
En el que tu voz trepa por el picaporte,
Se cuela entre las gotas en la bañera,
Navega soslayando las olas de las sabanas
Y se estanca en mis acantilados pedregosos
Con la pasión estallando en nuestra primavera.
Afortunadamente,
Ya no tengo los puñales
Que me enseñaron tanto luto,
Imaginando manojos de huesos en hilera,
Desfilando de modo torpe
Desvaneciéndose sin dejar señales.
Ahora
Tengo tu regalo,
Un alma de muy fina esencia
Que se enreda sobre la superficie de mi vida,
Arañando con voracidad
Los pliegos de un torrente de poros,
Bajo los cuales trajina mi sangre de aceite hirviendo,
En el instante que te rindes desquiciada y perdida.
Y aun dormida,
Desde un rincón de sueños apretujados,
Veo que sobre el espejo humedecido
Clavaste tu mirada provocándole la penúltima herida,
Alma de colores brillantes,
De alcancías repletas de caricias,
Dueña de un reino de soledades amanecidas,
Extiendes tu falange sobre la mía,
Reclamas un derecho sin frontera,
Nunca antes fuimos más paganos,
Adoradores de una privacidad enternecida
En los fuegos del caldero de unas lenguas
Que recorren una pelambre de seda y manos.
Decía que tengo claro
Que despertaremos para ver el comienzo
Del regocijo de estar juntos tan temprano.
jueves, 22 de diciembre de 2011
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