sábado, 28 de enero de 2012

ABRIR LOS VERSOS

Abro un verso


De mitad en mitad

Y adentro estas vos.

Busco tras un verbo

Y veo una lágrima en tu cerviz

Copiando la partícula de tu riada

En esta tarde de luz sosegada.

He constatado que el bermellón

No condice con el predicado,

Si bien es en la pared interior

Un diptongo puede ser delicado.

Tanto me importa la palabra,

Sabiéndome hablado por el mundo,

Que me esfuerzo por apilarlas

En medio de un desorden furibundo.

Se que no seria yo

De no ser por el vocablo,

La materia me conforma

Desde arriba hasta la solar de mis zapatos

Pero que seria de mi estructura sin el abecedario,

Animal salvaje capturado en alguna pagina

O pájaro herido como cruel mercenario.

La palabra debe estar bien lustrada

Sacarle punta como a un lápiz

Guardarla en mi cartuchera,

Mirarla de reojo en el recreo,

Dejar que sea abanderada,

Porque mi palabra mata o muere

Deponiendo en tu boca mi trofeo.

Mi hechura de juglar

Fue luego de miles de renglones

Incendiados o humedecidos

Por el bisturí desafilado de mis teclas,

Por mi imaginación vagabunda

O la entelequia de tus cantos repentinos.

Guarde signos de baja densidad

Mantuve otros capturados en la guerra

Que entre prosa y prosa desatan los poetas

Me inspire de mil maneras

Con tu figura curvilínea y natural

Te concebí amazona de mi lecho,

Mesalina de mis noches tormentosas,

Agua hirviendo

Entre la dermis sensible de mis piernas,

Hasta encarcelarte entre los pliegos de mis líneas,

Dedos alargados que resguardan tu suavidad

Hábil instructora en el arte del amor,

Como los grumos de sanguínea sensualidad

Tomo una letra coloreándole los labios,

En este istmo de catálogos indulgentes

Cuando en la noche entran las letras astilladas de sol.

Cierro el verso de manera prudente.

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