jueves, 10 de mayo de 2012


POESÍA PLURAL

Yo,
Hereje de la fe,
De las caricias de la vida,
Que uso zapatos de charol
Y me peino con las angustias matutinas,
He encontrado el amor
Cuando no cerraba esta eterna herida.
Cuantas veces
He rezado sobre el vino en una mesa,
Entristecido por el duro abandono
O por la más desahuciada indiferencia
Que ya no entraban más puntadas
En la desintegración de mi alma sin esencia.
Pero nunca es tarde
Ni aun con la esperanza encarcelada,
Yo supe ser solo los límites de mi cordura,
En esas tardes de domingos septembrinos
Con la calidez de soles desparramados
En los portales de pestañas y su espesura.
Me he animado
A cargar conmigo al tiempo,
A domesticarlo dándole mí ritmo,
Con golondrinas que surgen de mi infancia,
Llenando de barriletes multicolores
Este cuarto tuyo que acaricio mi figura,
Perdiendo la indeseable soledad
En horas que entregados incendiamos esta estancia.
A unos ojos verdes
Es difícil mirarlos con racionalidad,
Colándose por los entresijos de la sinrazón
La belleza de mis sueños más sensuales,
En el que los labios humedecidos
Dejaban descolgarse palabras sin pudores,
Entre cuatro paredes de noches y gemidos
Con un techo calcinado por los roces
De las mariposas de nuestras manos enredadas
Desapareciendo las sombras y cada uno de los dolores.
Mil domingos he regresado
Sin haber partido jamás,
Atraque la caravana de mis deseos
En el palenque de tu límpida ansiedad,
He contado muchas estaciones primaverales
Sin renegar de la primera con la suma de mis locuras
Es que he querido amarte
En tardes arrugadas de pesares
O en noches de lunas desaparecidas,
He jugado las fichas de mis palabras
A los números reiterados de tu terquedad
No sabré nunca el resultado final
Creo que así suele ser la vida nuestra
Vivir este día compartiendo la soledad.
Nosotros,
Escribientes de la Biblia,
De adelante para atrás.




  


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