Escribo raudamente
Para salvar el color de la lila,
Esa tonalidad casi terracota,
Vital para un daltónico como yo,
Y si paro de escribir
Morirá su aroma?
Lo tenue de mi pensamiento
Me traslada hacia lo vertical,
Allí donde moran los rosales,
Allí donde reviví todo lo que siento.
Felizmente en el jardín
Solo esta el cadáver de la rosa,
Solo permanece inalterable la sombra del jazmín.
Podría andar por este mundo
Sino creyera rota,
Partida,
Escurrida
La mitad de su mirada,
La de mi niña,
La de los domingos septembrinos,
La comparte conmigo
El parque centenario,
Las iglesias y su agua maldita,
Los santos patéticamente pintados,
Un Jesús de mentiras siempre colgado,
Donde fantaseó el amor en el confesionario,
Y entre jadeo y jadeo
Escucho y disculpo a tanto penitente
Gente de hábitos apostólicos,
Tan deplorables como hirientes
Que mejor vamos a coger a casa
Me repugnan en su fe
Los que se mofan de la verdad de los alcohólicos.
Ya no le escribo a las flores,
No se si ellas han perecido,
Ningún picapleitos me ha demandado,
Ningún señor de alcurnia o de prosapia,
Me hizo saber su enojo,
Quizás porque en el vergel
Tuvieron muy poco ojo.
No lo se,
Busco a mi Maria, a la que amo
La que me dibuja la comisura de mis labios,
La que me acompaña a oprimir al nihilismo,
La que cuando nos acostamos no le da lo mismo,
Si salvo el verde de las calas,
Si cortajeo la vestimenta de algún fraile,
Si me asomo al vértice del abismo
O si al decirle te amo lo hago como un sabio.
Así mi vida
La que perdió el tiempo,
La que renegó del espacio,
La que sin beber del mismo vino
Prefiere a su mujer despacio,
Dulcemente despacio…
lunes, 10 de octubre de 2011
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