Unos parpados
Que ven llegar mi huella
Aunque aun no me puse en marcha
Esos son tus ojos
Adivinos,
Dolorosamente bella,
Con el corazón sin escarchas,
Así de simple,
Sin más cosas que las esenciales
Te paras en el tiempo
Y tuerces las agujas del reloj
Lavas lentamente los minutos
Mientras pones a secar las horas
Las mejores,
Las de amores,
Que sin más colores
Que los deseo cumplidos a media,
Tomas los lapsos y te empeñas
En que siempre sean las tres.
Como convencerte que estoy presente
Si me encuentro en esta lejanía
Desde donde se ven tus cabellos enrojecidos
Los mismos con los que has barrido
La soledad de mi piel sin lozanía.
Me dijiste
Que regresara antes de anochecer,
Que los campos con gladiolos suelen traicionar,
Tienen la costumbre de retener al desconocido,
Pero juro que no me he perdido,
Que soy el que sobrevuela como gavilán
Sobre la humareda lila de los harapos,
El que llega a tu lado sin sus trapos,
Dispuesto a construir el infinito
Con los segundos contados y marchitos.
Puse gota de mar
Sobre cada pétalo de eternidad,
Vislumbre el pistillo de tus pezones
Que de punta erguida
Me relata cada una de sus sinrazones
Y yo me disparo hacia la nada,
Que es una manera de decir el todo
Del verdor de tus rasgados ojos,
Los que asombraron al espejo de mis textos,
Tomando la gramática y la sintaxis
Como auténticos pretextos
Para construir una extensa poesía
Sobre el pergamino de tus piernas.
Allí mismo
Donde reposo en el otoño,
Jugando a las barajas en cada primavera,
Penetrando en el dibujo de tus labios,
Como quien ingresa en el tálamo sagrado,
En ese exacto lugar
Me rindo entregando mi alma
Declarándome tu postrer enamorado.
lunes, 3 de octubre de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario