Ayer fue un rostro
Que hoy ya no recuerdo,
Que no esta ni siquiera en mi memoria,
Que solo fueron líneas
Débilmente delimitadas,
Una voz irreconocible,
Las noches sin color,
Las madrugadas mentirosas,
Y ya,
Nada más,
A eso se reduce
Las emociones de ayer,
A una simple sombra,
A unos huesos que no conforman
Ni siquiera el cuerpo de una dama,
Nada,
Ni el humo del cigarro,
Ni el erotismo de la lencería
Es que el amor
Cuando se muere
No lo velan ni lo creman,
Desaparece,
Es como estaciones a la vera de la vía
Pueblo tras pueblo,
Cuerpo tras cuerpo,
Verdades que duran solo un día.
Que raro,
Todo parece un sueño
Que ni siquiera rememoro,
Tan extraño
Que me encuentre un domingo en misa,
Arrodillado,
Implorando
Entre el verde de tus ojos,
Santa Maria
Que reniegas de tu beatitud,
Que te entregas al amor con cierto enojo,
Fingido,
Como hacen las niña elegidas,
Como mujer adulta en flor,
Que alborota mi calendario de cristal
El que carece de algunas hojas,
Más con la certeza
De morir mil veces,
Por recibir tu mano en mi frente,
Adivina de mis ansiedades,
Hechicera de mis angustias,
Cuando desaparece diligente
La sensación de vacuidad,
Y canta un gallo al alba,
Un rayo de luz perfora el espejo,
Y nuestros labios vivos,
Susurrantes en ignoto idioma
Las virtudes de este lecho
Donde encontrarse y poder llegar muy lejos.
Todo es simple,
Tengo edad para soñar,
Tengo codicias en mis dedos,
Tengo papel y lápiz,
Tengo el tiempo para amar.
martes, 4 de octubre de 2011
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